Archivos de la categoría ‘Microrrelatos’

El gusano en el camino

Ilustración: Blacksmith Dragonheart

Existía un hombre que nació con el don de hablar con los insectos. Cierto día vio, en un camino muy largo, a un gusano arrastrándose para llegar hasta el final.

El hombre se acercó y lo saludó, le preguntó si quería que él lo llevara en su hombro hasta el final del sendero, porque sentía compasión por él y no quería que se cansara o muriera en el camino.

El gusano, atónito porque un hombre hablaba su idioma, rechazó la oferta. Le dijo: (más…)

Originalmente publicado en: Blog de Salto al reverso

Limpiando las bodegas me encontré un libro. El título dice «Bases de la alquimia sagrada». Es de lo más extraño. (más…)

Originalmente publicado en: El triángulo de las lecturas

Aquel alquimista ya había comprendido la miseria que existe en el mundo. Había aprendido el verdadero valor de las cosas, y a proteger aquellas que amaba: incluso pagando con su propia sangre.

En el proceso, el alquimista tuvo que replicar el núcleo de su alma, a costa de un sufrimiento inimaginable. Colocó la copia en el centro de una piedra y la alimentó con ánima. Sintió, al fin, la dicha de haber completado la gran obra. Pero algo no marchaba bien.

Piedra filosofal, piedra roja, ¿afectas la realidad? —preguntó el alquimista, llorando de decepción al ver que la piedra que construyó no reaccionaba.

—La respuesta es sí —dijo la piedra.

El alquimista sonrió. Lo había conseguido. ¡Había creado el más poderoso de los objetos vivientes!


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Originalmente publicado en: Salto al reverso

Los científicos de cierta raza extraterrestre descubrieron la existencia de una sustancia muy ligera que ocupa todo el espacio como si fuese un fluido. A aquella sustancia la denominaron «éter«. Luego de muchas otras investigaciones, descubrieron también las propiedades del éter. Eso les permitió saber, por ejemplo, que la luz no se desplaza en el vacío, sino que solo puede desplazarse a través del éter. Aplicando dicho conocimiento al campo de las telecomunicaciones, pudieron usar el éter como medio de transmisión de señales.

Luego de nuevos descubrimientos, inventaron dispositivos que permitían leer con precisión cambios muy ligeros en el éter de cierta porción de espacio. Los datos de dichas lecturas podían codificarse y enviarse mediante el uso de ordenadores cuánticos. Con aquella tecnología era posible, por ejemplo, recibir lecturas del cambio del éter de una porción de espacio equivalente al que ocupa una casa. Si dichas lecturas se procesaban en forma de vídeo, podía vigilarse dicha casa y enviar aquellos datos a prácticamente cualquier lugar del universo, a una velocidad casi instantánea, usando las tecnologías de comunicación basadas en el éter. Con el tiempo, aquellos dispositivos de vigilancia fueron conocidos como «cámaras de éter».

A lo máximo que llegó a avanzar aquella raza extraterrestre, antes de su extinción, fue a crear una cámara de éter que pudiese abarcar la cantidad de espacio equivalente a lo que ocupa un planeta pequeño. Las últimas pruebas se hicieron en un pequeño planeta azul, a varios años luz. La extinción de aquella raza extraterrestre fue provocada por una raza de seres interdimensionales conocidos como «Los Limitantes«. Ellos se apropiaron de la tecnología de las cámaras de éter.


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Originalmente publicado en: Salto al reverso

En muchas casas hay pequeños monstruos que se disfrazan de bombillas de luz. Estas pequeñas alimañas hipnotizan a los dueños de casa y les implantan falsos recuerdos, haciéndoles creer que reemplazaron bombillas que en realidad no han cambiado en años.

En ocasiones estos monstruos se olvidan de cómo hipnotizar o el efecto de los falsos recuerdos implantados se desvanece, provocando que el dueño de casa se percate de que cierto foco no ha sido cambiado en mucho tiempo. Entonces el monstruo se sorprende. La sorpresa de ser descubiertos golpea a este tipo de impostores, los aturde. Cuando estos pequeños seres se aturden, toman la apariencia de una bombilla quemada. Esto causa que se deshagan de ellos.

A veces los monstruos desechados terminan tirados en el tacho de basura. Si no se ata bien la funda o no se los mata, quebrándolos, entonces el monstruo sale de la funda y rompe con mucho odio la bombilla por la cual lo cambiaron. Luego se coloca en su lugar, esperando a que no lo descubran nunca más.


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