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Ilustración: Blacksmith Dragonheart

Luego de la Guerra de las lanzas y las lancetas, el mundo fue sometido bajo el puño de hierro de los Señores de la guerra y los practicantes de vudú que le servían. Pasó más de un siglo antes de que la orden secreta de la Rosa y la cruz lograra entrenar un ejército de alquimistas que se sacrificó para acabar con la opresión de prácticamente todos los que tenían relación alguna con el vudú.

La Orden Rosacruz tenía, como misión primaria, mantener vivo el conocimiento y la tecnología de la humanidad, por lo que inmediatamente después de ganar la guerra, empezaron la reconstrucción del mundo. Se dieron cuenta de que la cantidad de recursos abastecía para construir y sostener solamente una gran ciudad. Por lo que, para ellos, el planeta estaba dividido en dos zonas: Ciudad Capital o el mundo en reconstrucción y los pueblos lejanos o el Mundo Salvaje. Se percataron, además, de que no serían capaces de proteger efectivamente toda La Tierra, por lo que decidieron cuidar solamente de Ciudad Capital y dejar a su suerte a los habitantes del Mundo Salvaje.

Luego de unas décadas de la fundación oficial de la ciudad, la Orden Rosacruz contaba con muy pocos miembros que fueron muriendo por la edad o en el proceso de ampliación de los territorios mediante el asesinato de los terratenientes vudú que aún quedaban. Finalmente, quedaron solo los Cuatro Alquimistas elementales, que se volvieron los ancianos de la orden, y el Alquimista Marino. A este último se le encargó la exploración del Mundo Salvaje con el objetivo de controlar la población de practicantes de vudú usando a la Marina de Ciudad Capital.

***

Durante estos mismos años, ocurrió el auge de un asesino en serie conocido como el Vampiro de Ciudad Capital. La Orden Rosacruz no tenía tiempo para atender asuntos civiles, por lo que la fuerza policíaca de la ciudad se encargó de la investigación de varios asesinatos con características muy similares. Los cadáveres se encontraban completamente desangrados, eran solamente de mujeres y nunca se encontraban ni huellas, ni pistas, sino solamente una escena del crimen completamente desprovista de rastros de sangre.

El culpable era un miembro de alto rango de la policía que, desde su juventud, había experimentado con las artes del vudú. Luego de crear su talismán de la muerte a sus trece años, escuchó el rumor de la existencia de unas extrañas piedras negras que potenciaban los poderes de un practicante de vudú, por lo que salió en búsqueda de una de ellas. Eventualmente, mató a un practicante de vudú mientras dormía en una cueva, le robó una de aquellas piedras y la llevó consigo dentro de la ciudad.

Con mucho entrenamiento el practicante de vudú logró descifrar el lenguaje de la piedra y descubrió que se trataba de una semilla de la codicia, por lo que se dedicó a descifrarla y así logró descubrir las bases del mahou, con las que obtuvo acceso al conjuro contenido en la semilla. Este conjuro le permitiría esconderse y transportarse a través de una pseudodimensión conocida como el reverso del agua. Ocultarse en el reverso del agua era, en la práctica, la capacidad de volverse uno con cualquier masa de agua, sin poder ser visto o detectado.

Usando este conocimiento, el asesino entrenó mucho para perfeccionar sus habilidades vudú y cometió ataques no letales, que eran exigidos por la entidad dentro de la semilla de la codicia y que consistían en partes corporales o ciertas cantidades de sangre de sus víctimas. De allí surgió la fijación del asesino por la sangre. Eventualmente la semilla le pidió como requisito un asesinato y le dio un medio para lograrlo, otorgándole así el poder de convertir su cuerpo en una masa de sangre para crear extensiones de sus dedos que se clavan en las arterias de sus víctimas para poder drenar su sangre y junto a ella todas sus emociones negativas, resultando en un aumento de la sed de sangre del asesino.

***

El asesino operó de la misma manera durante casi una década, siendo imposible su captura incluso cuando los Cuatro ancianos rosacruces volvieron para vigilar Ciudad Capital. Viajaba a través de las tuberías hacia las duchas o bañeras de sus víctimas. Luego, a modo de fetiche, observaba a las mujeres desnudas desde el reverso del agua donde se ocultaba. Finalmente, cuando alcanzaba su primer orgasmo, se manifestaba convirtiendo su cuerpo en sangre, aterrorizando y reteniendo a las mujeres en un baño de sangre, donde él podía sentir sus cuerpos incluso en aquel estado líquido. Cuando lograba su segundo orgasmo gracias al baño de sangre, las soltaba a propósito para que intentaran huir. Luego, a cierta distancia, él le daba forma humana a su cuerpo de sangre y extendía sus dedos hacia el pecho de sus víctimas, drenando parcialmente su sangre. Luego se volvía sangre sobre los cuerpos de las mujeres a las que aterrorizaba hablándoles y tocándolas en aquel estado líquido. Cuando alcanzaba su tercer orgasmo fetichista, se volvía a solidificar y terminaba de drenar la sangre de las mujeres. Para completar su acto, se escapaba por las tuberías escondido en el reverso del agua y desaparecía sin dejar rastro.

***

—¿Así que esa esa la forma en la que operas? —dijo una voz masculina, que estaba escondida en la escena del crimen mediante habilidades de invisibilidad.

—¿De donde mierda saliste, anciano estúpido? —dijo el Vampiro de Ciudad Capital.

Sin darle a tiempo a responder, el asesino vudú extendió sus dedos para drenar la sangre del viejo. Sin embargo, estos no pudieron penetrar su piel.

—Tienes ímpetu, muchacho —dijo el anciano, mientras hacía un gesto con las manos.

Mediante una telequinesis muy poderosa, deshizo la transformación del asesino y lo devolvió a su forma humana. Luego, con otro gesto, lo presionó contra la pared obstruyendo su respiración. El asesino no daba crédito a su derrota, estaba tan confiado del poder que había alcanzado que aquel nivel de fuerza le resultaba insólito.

—Puedo sentir tus pensamientos, muchacho —dijo el anciano, que se presentó como el Dueño del mundo—. Si aceptas mi trato y te conviertes en una de mis plagas, te daré el poder que tanto deseas. Y muchas semillas.

—¿Por qué yo? —dijo el asesino, casi desmayado por la falta de aire.

—Porque necesito a alguien que se sepa ocultar tan bien como tú —dijo el Dueño del mundo—, incluso de esos molestos rosacruces.

Luego de aquel incidente, los hallazgos de cuerpos desangrados se detuvieron y no se volvió a saber de aquel asesino en Ciudad Capital.

Originalmente publicado en: Salto al reverso

«Soldados desechables», por Blacksmith Dragonheart.

Cierto día, se decidió que los seres humanos no podrían ser obligados a pelear en una guerra. Esta ley, que se volvió prácticamente mundial, llevó a los gobernantes a replantear sus estrategias bélicas. Cada país empezó a crear laboratorios de cría selectiva utilizando úteros artificiales para producir suficientes ejemplares como para reemplazar a sus soldados humanos con soldados quimera. Un soldado quimera consistía en un ser que tenía, en parte, el mismo genoma humano. Sin embargo, para potenciar ciertas habilidades y sentidos, se utilizó ingeniería genética avanzada para retirar secuencias del ADN humano y cambiarlas por codificación genética de diferentes animales. Esto les otorgó habilidades únicas, dependiendo de la combinación de genes que se utilizara.

Los soldados quimera pelearon muchas guerras en lugar de los ejércitos humanos, que dedicaban cada vez más tiempo y recursos a seguir fabricando úteros artificiales e instalaciones de entrenamiento. Otra característica, muy deseable entre los soldados quimera, era que maduraban el doble de rápido que una persona promedio, por lo que crecían y envejecían más rápido. De esa manera sus entrenamientos demorarían menos, y siempre se tendría un lote preparado para cualquier enfrentamiento contra la milicia.

Los soldados quimera fueron creados para ser sumisos y obedecer a su figura de autoridad. Además, contaban con modificaciones robóticas en sus cuerpos para poder controlarlos de forma remota y matar a los soldados que no obedecieran las órdenes o presentaran cualquier manifestación de pensamiento individual. Llegado el momento, los soldados quimera pelearían la cuarta guerra mundial en lugar de los seres humanos no modificados. Para ese entonces, cada nación en guerra aceleró la producción de soldados quimera para mantener alto el conteo de combatientes y mejorar sus posibilidades de ganar el conflicto junto a sus aliados.

Los soldados quimera resultaron muy eficientes en sus labores y el conflicto terminó luego de muchas sangrientas batallas de las que los humanos sin modificar estaban muy orgullosos, argumentando que habían logrado “civilizar la guerra” para que ninguna persona sufriera por ella. Pese a eso, muchos movimientos sociales empezaron a cuestionar el trato que se le daba a los soldados quimera, que carecían de derechos humanos puesto que sus creadores argumentaban que su genética había sido tan modificada, que el producto terminado no podría considerarse humano, debido a su significativa diferencia de ADN.

Mientras las protestas por los derechos de los soldados quimera continuaban, el mundo postguerra sintió que tenía asuntos más importantes en los cuáles enfocarse. Por lo que decidieron negociar con los protestantes y se llegó al acuerdo de que no se realizaría, como se tenía planeado, la eutanasia de los soldados quimera luego de la cuarta guerra mundial. En su lugar, los soldados serían liberados y adquirirían derechos humanos bajo la definición de que su capacidad de razonar y su conciencia de sí mismos los volvía humanos pese a su diferencia genética.

Pasaron los años y algunos de los soldados quimera lograron establecerse en comunidades humanas y se convirtieron en entes funcionales de la sociedad. Algunos hasta consiguieron pareja y tuvieron hijos. Esto provocó que la humanidad, al mezclar sus genes con los de los soldados quimera, diera origen a una nueva generación de humanos con habilidades únicas, resistencia mejorada y una inteligencia promedio superior. Sin embargo, tomaría años de selección artificial y de campañas de modificación genética prenatal, para eliminar la característica de envejecer aceleradamente. Esto cambió el genoma humano mundial de forma irreversible debido a que, con el paso del tiempo, murieron todos los ejemplares humanos sin modificar.

Pasaron décadas de terapia de refinamiento genético. Cada gobierno del mundo tenía su propio programa para modificar la genética de la población para volverla resistente a ciertas enfermedades y potenciar al máximo las características que ellos consideraban deseables como inteligencia, apariencia y rendimiento físico, etc. Eventualmente la genética mundial llegó a ser prácticamente igual, salvo pequeñas modificaciones locales que cada gobierno realizaba a sus habitantes con el fin de adaptarlos de forma perfecta al medio ambiente en el que se desenvolverían.

Esta modificación masiva del ADN mundial logró darle un mejor estilo de vida a la población y terminó por convertir a la raza humana en algo que ya no podía considerarse como homo sapiens, sino como homo sapiens superior. Sin embargo, la eugenesia y la poca variedad genética hicieron vulnerable a la humanidad ante la reaparición de antiguos agentes patógenos que eran relativamente manejables con el genoma humano anterior. La humanidad intentaba buscar una solución a las plagas, que empezaron a mermar rápidamente la población de muchos países. Pero era demasiado tarde, las enfermedades avanzaban más rápido que la capacidad del ser humano para modificar genéticamente a su población. Por lo que, luego de casi dos siglos de la creación de los soldados quimera, la humanidad se extinguió a causa de un virus gripal para el cual sus cuerpos no tenían defensas naturales.

Originalmente publicado en: Blog Salto al reverso

«Los polvos de Sariel», por Blacksmith Dragonheart

Cuenta la leyenda que Sariel era miembro del Ejército de los Siete Arcángeles. Sus labores eran sagradas y contaba con la gracia de Dios. Sin embargo, un día durante sus misiones, Sariel cometió su primer error. Al igual que otros ángeles, empezó a mirar al mundo humano y quedó deslumbrado por la belleza de las hijas de los hombres. Sin embargo, aún no había cometido pecado alguno.

Pese a ello, Sariel adquirió el hábito de observar el mundo humano cada vez que podía. Pero, a diferencia de sus congéneres, éste no se dedicó exclusivamente a observar a las hijas de los hombres. Pasó siglos humanos observando, poco a poco, los actos de los seres humanos. Contemplando sus avances, sus errores, sus amores, sus odios, sus pasiones, sus guerras, todas las facetas de todas las personas.

Fue entonces como, sin darse cuenta, Sariel empezó a contaminar su corazón hasta el punto en que dejó de ser digno del Ejército de los Siete Arcángeles. Se le impidió el acceso al ejército celestial e incluso llegó a ver la caída de los ángeles expulsados del cielo por mezclarse con las hijas de los hombres.

A Sariel no fue necesario expulsarlo del cielo, él decidió exiliarse en la luna para observar a los seres humanos con más detalle. Al estar más cerca, empezó a ser capaz de leer sus pensamientos, sentimientos y emociones. Allí fue donde Sariel entendió la maldad inherente del ser humano y su corazón se volvió completamente el de un demonio.

El demonio Sariel empezó a odiar a la humanidad por todas aquellas atrocidades que llegó a contemplar. Lo que más trastornaba su mente, que ya no era perfecta, era el hecho de poder leer los pensamientos de las personas mientras cometían los crímenes más execrables. Sariel vio engaños, mentiras, chantajes, sobornos, corrupción, abusos, vejaciones, violaciones, torturas, secuestros, asesinatos, genocidios y una larga lista de etcéteras.

Sariel vio más de lo que pudo soportar. Un día, en su impotencia y desesperación, decidió arrancarse sus hermosos ojos y pulverizarlos. Concentró en aquel polvo todo su dolor y la poca bondad que le quedaba. Soltó el polvo hacia el mundo humano, con la esperanza de que los remanentes de su anterior estado de divinidad ayudaran a la humanidad a corregir su camino. Pero esto no ocurrió, la humanidad había llegado a un punto en que los polvos de Sariel ya no podían surtir efecto alguno.

Para este punto, el demonio exiliado en la luna ya no podía ver los eventos del mundo humano, pero podía seguir oyendo los pensamientos macabros de la humanidad. Retumbaban en su mente los lamentos de una mujer violada, de un niño devastado por la muerte de sus padres en la guerra, las súplicas de secuestrados y prisioneros, los llantos de una madre que pierde a su hijo en un asalto. Esos sonidos lo alteraban, pero aún podía soportarlos.

Aun así, la curiosidad del ciego Sariel no tenía límites y siguió buscando, ahora de forma deliberada, seguir ahondando más en la miseria humana. Agudizó el sentido de oír los pensamientos humanos y se adentró en la maldad profunda que ocurre entre las sombras y que solo es conocida por sus perpetradores y sus víctimas. Fue demasiado para su mente el conocer los crímenes de guerra, los asesinatos y violaciones en vivo expuestos en la Deep Web, el tráfico de órganos y demás aberraciones humanas clandestinas de las que muchos, por suerte, no conocen.

Sariel no tuvo esa suerte, pasó años vigilando aquello, llorando sangre por las cuencas vacías de sus ojos. Hasta que, en un acto completamente premeditado para acabar con su sufrimiento, Sariel cometió un pecado imperdonable tanto para un ángel como para un demonio. Utilizó parte de las plumas de sus alas, que él mismo se arrancó al perder su condición divina, y empezó a construir una daga con ellas. Al ser un demonio, Sariel podía ser dañado por aquella arma. El exiliado, ciego y trastornado Sariel forjaba su arma mientras lloraba sangre sobre ella. La sangre brillaba como fuego hasta que, cuando ya no pudo soportar el sufrimiento que le causaba la vigilancia del mundo humano, se apuñaló a sí mismo en el corazón. Siendo este el único caso registrado del suicidio de un ser divino.

Originalmente publicado: Blog Salto al reverso

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«An athlete wrestling with a python», by Frederic Leighton (CC0)

Cierta raza extraterrestre fue invadida por una raza tecnológicamente más avanzada que se encontraba en búsqueda de un nuevo planeta luego de la destrucción del suyo. La raza invadida era una civilización agrícola y pacifista. Esta actitud evitó una matanza pero provocó su  gradual esclavitud. Luego, los recursos naturales del planeta fueron utilizados para construir base militares y poderosos cañones que utilizarían para ahogar cualquier rebelión de sus ya esclavos.

Durante la invasión, un anciano monje junto a su discípulo lograron escapar gracias a sus habilidades. Sin embargo, el anciano maestro sabía que le quedaba poco tiempo de vida. Por lo que le era urgente terminar de entrenar a su discípulo y dejarle trazado el camino que debía seguir después de su partida.

***

—Maestro, aquí tiene un poco de agua —dijo el joven monje.

—Gracias, hijo —dijo el anciano monje—.

—Debería hacerme caso, maestro. Estaríamos mejor si saliéramos de esta cueva.

—No, hijo mío. Cuando yo muera, que será pronto, serás el último monje de este planeta —dijo el anciano en un tono muy solemne—. No puedes ser visto por los enemigos.

—Pero, maestro… —intentó replicar el joven monje.

—Aplica lo aprendido, hijo —dijo el maestro—. Y aprende cuanto puedas de mí, mientras aún esté en este mundo.

El anciano monje entrenó a su discípulo durante alrededor de dos años de aquel planeta, luego de eso murió.

 

***

El joven monje había adquirido mucho conocimiento gracias a su viejo maestro. El tiempo influyó poco en la cantidad de preguntas que pudo hacer, debido a que el anciano monje era capaz de crear una habitación astral en la que el tiempo corría mucho más lento que en el mundo material, dándole la oportunidad de enseñar muchas cosas en muy poco tiempo. Pese a ello, no logró terminar el entrenamiento para desbloquear los siete chakras de su discípulo.

El viejo maestro solo alcanzó a ayudar al monje a desbloquear hasta el quinto chakra. Por su cuenta, se dedicó a despertar el legendario Ojo de Ajna o sexto chakra. Una vez despierto, ese ojo le ayudaría a determinar el final de su entrenamiento, que tenía por objetivo la obtención de un gran poder para liberar a su especie de la raza que los esclavizaba. Pero aún no estaba listo.

 

***

Luego de acostumbrarse al uso de su Ojo de Ajna, se dio cuenta del camino que debía seguir. El monje entendió que, para conseguir poder usando el método de su maestro, se necesitaba demasiado tiempo. Aquel método consistía en la utilización del Ojo de Ajna para construir un objeto conocido como la Piedra roja de Sajasrara. Dicho objeto le permitiría despertar su séptimo chakra para alcanzar un estado de unidad con el Ánima Mundi para usar una habilidad marcial conocida como Samadhi-Modo, donde el cuerpo absorbe grandes cantidades de Anima mundi junto a su propia ánima para generar un aura amplificada de color dorado.

Sin embargo, para la construcción de la Piedra roja de Sajasrara, era necesario un proceso de purificación del alma y, luego, usar el Ojo de Ajna para acceder al espacio interior del alma. Una vez dentro puede accederse a las muchas habitaciones del alma. Una de ellas, conocida como La habitación de la locura es la que contiene el receptáculo del núcleo del alma. Al contener un objeto tan valioso, La habitación de la locura funciona como un mecanismo de seguridad para evitar que un ser toque el núcleo de su alma por accidente y se provoque daño. Además, según ciertas leyendas, el núcleo del alma no debe ser replicado porque es el motor sagrado que el Dios Absoluto creó para sostener la vida y no debería jugarse con la tecnología de Dios, por lo que el acceso a dicho lugar está restringido. Los mecanismos de seguridad son tan intensos que producen un dolor físico indescriptible a aquel que esté visitando La habitación de la locura. Además, para replicar el núcleo del alma es necesario sostenerlo y observar su forma. Para evitar que eso suceda, existen dos mecanismos adicionales de seguridad. El primero consiste en la presentación de visiones perturbadoras directamente en la mente del que intenta observar su propio núcleo, destinadas a hacerle perder la razón. El segundo, y tal vez el más peligroso, es un mecanismo que afecta el Ojo de Ajna, distorsionando la vista del que observa el núcleo para que la réplica no sea exacta, dando lugar a réplicas inestables cuya explosión puede llegar a matar al usuario.

El problema con la construcción de la Piedra roja de Sajasrara era que el proceso de purificación del alma requería de mucho tiempo. El joven monje sentía que no podía darse el lujo de consumir tiempo mientras su raza era abusada y esclavizada por aquellos invasores. Aquello lo llevó a decidir que ahorraría el mayor tiempo que pueda, incluso a costa de su propia salud y seguridad. La idea era fabricar un objeto lo más cercano posible a la Piedra roja de Sajasrara, pero sin la necesidad de purificar del todo su alma. Pensó por algunos meses en la forma de encontrar un atajo para la construcción de dicha piedra roja incompleta que funcionara, al menos de forma temporal, como una piedra roja genuina.

***

Luego de un par de años de la muerte de su anciano maestro, en completo aislamiento dentro de aquella cueva, el monje ideó un método para construir una Piedra roja de Sajasrara modificada con las características que deseaba. Estaba listo para su visita a La habitación de la locura. Preparó todos los materiales para el ritual, tomó una pose de meditación y activó su Ojo de Ajna, que se veía como un gran ojo brillante en su frente.

Una vez dentro del trance, el monje se vio a sí mismo en la sala principal de su alma. Usando su percepción pudo llegar rápidamente a la puerta de La habitación de la locura. Entonces, como había ensayado miles de veces en su mente, corrió dentro de la habitación y soportó el dolor que le provocaba el piso del lugar. Se veía como descargas eléctricas y se sentía de la misma forma. Por fuera, se veía salir humo del cuerpo del monje, mostrando que aquellas descargas eléctricas no solo provocaban dolor sino que infligían un daño físico real. En cuanto logró llegar al receptáculo del núcleo de su alma, el mecanismo de las visiones intentó consumir la cordura del monje, que usó una concentración sobrehumana para sobreponerse a ellas. Finalmente, ya con el núcleo en sus manos, el monje se concentró en su Ojo de Ajna y aplicó una técnica que inventó él mismo para ahorrar tiempo en la misión de rescate de su civilización.

La técnica consistía en aislar, en una zona específica, todas las distorsiones visuales que provocaban las impurezas de su alma. De esa forma podía ver con nitidez el núcleo de su alma, al menos de forma parcial. Una vez logrado aquello, el monje regresó del trance y recobró el control de su cuerpo. De inmediato, utilizó los materiales previamente preparados para construir una réplica del núcleo de su alma, copiando de forma exacta la parte que pudo captar de forma nítida. La parte donde aisló sus impurezas no estaba para nada clara, por lo que el monje tuvo que usar su criterio para colocar los circuitos faltantes del núcleo de su alma. Una vez hecho esto, colocó dicho núcleo imperfecto dentro de una piedra especial de ánima condensada y se desmayó por el esfuerzo.

***

El monje se dio el tiempo de sanar su cuerpo de las secuelas de la fabricación de su Piedra roja de Sajasrara modificada. Cerró los ojos e inició una larga meditación, destinada a hacer fluir su aura a través de sus chakras. Cuando su Ojo de Ajna brilló en su frente, es decir, cuando ya su sexto chakra se activó, abrió los ojos y miró su piedra roja, que empezó a emanar un deslumbrante fulgor rojo y levitó hasta colocarse por encima de la cabeza del monje.

En lugar de usar la Piedra roja de Sajasrara para entrenar y poder despertar su séptimo chakra y dominar el Samadhi-Modo, el atribulado monje decidió usar su piedra modificada para convertirla en un séptimo chakra artificial. De esta forma, pudo acceder al Samadhi-Modo de manera forzada.

En cuanto encendió su Piedra roja de Sajasrara modificada, el monje sintió con claridad los mecanismos que no funcionaban correctamente. El circuito de encendido y apagado no funcionaba, por lo que se dio cuenta de que ya no había marcha atrás. Usó la piedra como una especie de antena para atraer a la fuerza cantidades descomunales de ánima mundi, haciendo que su cuerpo accediera a un Samadhi-Modo forzado pero funcional. Usando aquel poder, el monje desbloqueó las limitaciones naturales del núcleo de su alma y del núcleo de su piedra modificada, por lo que fue capaz de generar cantidades masivas de aura amplificada y salió de la cueva.

El monje, envuelto en un inestable pero potente fulgor naranja, dio un gran salto hacia uno de los lejanos cuarteles generales de la raza invasora. Allí, los soldados solo vieron llegar un veloz meteoro naranja que se estrelló en la base, haciendo estallar las habitaciones de los soldados que aún dormían. Sin perder el tiempo, el monje dio otro salto haciendo estallar el segundo de los cuatro cuarteles generales construidos en el pequeño planeta con mano de obra esclava.

El objetivo del ataque era eliminar a los enemigos mientras dormían, para evitar las bajas por fuego cruzado y para no destruir el armamento de los invasores, que sería útil en caso de otra invasión. El monje, en cuanto destruyó los cuarteles generales, empezó a dar saltos haciendo estallar las diferentes zonas de concentración de soldados para acabar con la mayor cantidad posible. Antes de que pudiera acabar con todos los regimientos, la piedra incompleta que fue forzada a funcionar al nivel de una completa se quedó sin energía, por lo que comenzó a tomar energía del cuerpo del monje hasta agotarla también.

Cuando intentaba dar un último salto, el monje se dio cuenta que La Piedra roja de Sajasrara modificada empezó a volverse blanca. Luego, no solo la piedra roja sino su mano y su brazo se fueron volviendo blancos. En unos segundos, el altruista monje se convirtió en una estatua de piedra blanca que, a pesar de incontables disparos y caídas, no recibió ningún rasguño.

Los soldados sobrevivientes intentaron contraatacar, pero al haber sido diezmados por los saltos explosivos del monje, fueron controlados rápidamente por la población local que usó sus propias armas en su contra; logrando al fin la liberación de su raza.

Luego de una larga labor de reconstrucción, aquella raza extraterrestre logró la paz. Colocando, como símbolo de ella, la estatua blanca del monje que sacrificó su vida a cambio de la libertad de todo su planeta.

Originalmente publicado en: Blog de Salto al reverso

Sigo recibiendo lecciones de alquimia de la guardiana de este libro. En esta ocasión me muestra una visión sobre la primogénita de una familia importante entre los practicantes de vudú:

Estoy por cumplir 13 años y siento mucho miedo. En unos días, como es tradición en mi familia, recibiré el brazalete serpiente que se le otorga a los primogénitos de cada generación. Y, para mi desgracia, yo soy la primera de mis hermanas.

No quiero pasar por la ceremonia del talismán de la muerte. He escuchado rumores, pero no dejan de ser eso. No me dejan salir ni tener contacto con el mundo exterior. Solo conozco el negocio familiar y recibo la educación de mi tutor. Él me enseña muchas cosas como ciencias, arte, etiqueta, la historia y tradiciones de mi familia, etc.

***

Falta un día y ya no sé qué hacer. Siento mucho miedo, aunque todos me dicen que estaré bien. He investigado cuanto he podido entre los libros de la casa. No hay mucha información, salvo una especie de informe en el despacho de mi padre. El documento dice que algunas personas han muerto a causa de la destrucción de su talismán de la muerte. ¿Esa cosa que me quieren obligar a fabricar puede matarme?

***

Mi corazón está agitado, estoy sudando frío. Me han traído a un lugar con los ojos vendados. Escucho susurrar a mis padres mientras mi tutor recita palabras que no entiendo. De repente, me sacan la venda y el tutor me explica lo que debo hacer para terminar la ceremonia. ¡No tengo opción! Debo fabricar esa cosa que me piden para que me dejen en paz. Me da miedo, he seguido espiando entre los papeles de mi padre y leí cosas sobre los talismanes de la muerte como que enferman a quien los fabrica. Y siempre una cosa queda clara cuando leo esos documentos: si el talismán es destruido, su fabricante muere.

—Toma —dice mi tutor mientras me entrega un papel—, recita estas palabras y te diré lo que debes hacer luego.

No puedo mostrar mi temor, mi padre está cerca. Lo oigo susurrar junto a mi madre y mi abuelo. Han intentado esconderme la información sobre toda esta ceremonia y no debo mostrar indicios de que leí esos documentos. Le temo más al castigo de mi padre que a la misma ceremonia.

Recito lo que está escrito en el papel. En cuanto termino de pronunciar esas palabras, siento y veo claramente como salen unas extrañas runas desde mi boca que empiezan a flotar en forma de tiras en el aire. Las tiras se detienen de repente. ¡Se clavan a toda velocidad en mi pecho! ¡Me duele!

—¡Soporta el dolor! —grita mi tutor—. Ahora viene la parte crítica de la ceremonia: ¡el aislamiento del núcleo de tu alma!

Siento como si mi pecho estuviera a punto de estallar. ¡No puedo respirar! Siento como si algo estuviera saliendo desde mis entrañas hacia mi boca. Me oprime el pecho, ni siquiera puedo gritar del dolor. Siento náuseas.

—Ni se te ocurra vomitar en el suelo, a menos que quieras morir— dice mi tutor, sonriendo de una forma escalofriante

Ahora entiendo todo, me están obligando a hacer algo muy peligroso. Y no tengo escapatoria. ¿Por qué mi familia me hace esto?

—Mira —dice mi tutor, mientras me enseña un anillo en su puño izquierdo—. Este es mi talismán de la muerte. Si alguien lo destruye, moriré. Porque mantiene el núcleo de mi alma aislado fuera de mi cuerpo. Si no almacenas ese núcleo en algún objeto, y vomitas en el piso, se romperá y tu vida terminará en ese preciso instante.

No lo puedo creer. ¡Estoy a punto de vomitar mi propia vida! ¿Dónde lo almaceno? ¡Voy a morir!

—Toma —mi tutor se apresura a darme el brazalete emblema de mi familia—. Colócatelo y vomita en tus manos.

No tengo tiempo para pensar, siento un dolor insoportable en mis entrañas. Me queman, me ahogan. Vomito sangre en mis manos y veo un punto de luz azul entre la sangre.

—¡Allí está! ¡Rápido! Sostenlo en tus manos y estréllalo contra el brazalete —dice mi tutor, ya con evidente preocupación—. Si no lo haces rápido: ¡vas a morir!

¿Y si ese punto se rompe y muero? ¿Y si mi familia se quiere deshacer de mi con esta ceremonia? ¿Será que mi primo murió por algo similar? ¡Me falta el aire!

—¡Deja de mirar tus manos y estréllalo rápido! —gritó mi tutor—. Con el núcleo expuesto no vivirás más que unos segundos. ¡Debes aislarlo en el brazalete, rápido!

Me desmayo. No tengo tiempo para decidir. Estrello mi mano ensangrentada contra el brazalete. Siento como cada célula de mi cuerpo fuera apuñalada. Ya no puedo mantener la conciencia ¿Habré roto el núcleo y estaré muriendo?

***

Luego de un mes en coma, despierto. Estoy muy delgada y aún siento dolores inexplicables. Mi tutor me dice que es normal, que es parte del proceso. Cuando intento ahondar en el asunto, me cambia el tema. Desde la ceremonia no me han permitido quitar el brazalete.

***

Han pasado seis meses desde el incidente y ya puedo caminar y llevar una vida relativamente normal, aunque me siento muy débil y pierdo peso con facilidad. Mi tutor me dice que hoy empezaremos una especie de entrenamiento.

—Sus padres me han encomendado la noble tarea de iniciarla en el arte del vudú, señorita dice mi tutor en un tono solemne.

—¿Vudú? —respondo aterrada—. ¿Qué es eso?

—Tardaremos algún tiempo en llegar a esa respuesta. Primero deberás pasar la segunda prueba de aislamiento —dice mi tutor con una sonrisa aterradora, como si disfrutara lo que me espera.

***

Ya llevo tres meses encerrada en este calabozo. Hay una criatura extraña que se mueve con mucha rapidez. Siempre se lanza para intentar destruir mi brazalete. Ocurrió algo horrible el primer mes. La criatura logró dar un rasguño en mi talismán de la muerte y sentí claramente ese rasguño en mi interior durante días. Luego, me di cuenta que el brazalete regeneró el rasguño y dejó de dolerme. El destino del talismán ahora es el mío, por eso no puedo dormir: si me distraigo, moriré. Siento mucha rabia y rencor contra mi familia, contra mi tutor, contra todos. ¡Jamás había sentido tanto odio! ¡Quisiera matarlos!

***

Se ha cumplido el sexto mes. Mi tutor, en lugar de pasarme alimentos debajo de la puerta, ha decidido abrirla y soltarme. Me lanzo sobre él como una fiera e intento ahorcarlo. Mientras lo ahorco, me lanza una mirada que me paraliza y recita unas palabras que no entiendo. Cuando terminó de recitar, salí disparada por los aires y me golpeé contra una pared.

—Parece que ya despertaste tu sed de sangre —dice mi tutor, mientras sacude el polvo de su túnica—. Ahora ya podemos empezar las lecciones de vudú.

***

Después de tanto tiempo en ese entrenamiento infernal, se me ha permitido salir de esta casa para conocer el mundo exterior. Se me ha inscrito en algo que, según mi tutor, se llama El juego de las semillas. Gente tanto o más entrenada que yo me buscará para matarme, y yo tengo que buscarlos a ellos para asesinarlos y quitarles sus semillas.

No tengo ni idea de qué trata, solo sé que he pasado de una cárcel más pequeña a una más grande. Ahora el mundo es mi jaula, y allí también procuran lastimarme. Estoy harta de todos, pero con la semilla que me dio mi abuelo seré capaz de defenderme. ¡Pronto tendré suficientes semillas para matar a mi familia!

La guardiana del libro me dijo que, aparte de morir si el talismán es destruido, los practicantes de vudú son incapaces de ejecutar su arte sin ese objeto. Le he preguntado sobre la sed de sangre y las semillas de la codicia. Pero me ha dicho que eso me lo aclarará en otra lección. Mientras tanto, seguiré practicando los ejercicios de meditación del día de hoy.

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Reportó para ustedes, el #21.